Hoy quiero abrir un melón que a todos nos ha hecho morder el polvo de la decepción: esas veces en las que estás a un número de convertirte en el rey o reina del jackpot.
¡Sí, ese momento glorioso donde te ves firmando autógrafos y subiendo al escenario como si fueras el protagonista de una película épica! Yo no sé vosotros, pero yo he estado ahí.
Te despiertas emocionada porque tu boleto tiene más historia que 'El Padrino'. Has pasado horas dándole vueltas al Excel (mi mejor amigo y cómplice) analizando probabilidades, mirando estadísticas como si estuvieras intentando resolver la teoría cuántica.
Y llega ese instante mágico… miras los números y Tienes todo menos ese dichoso número que haría estallar tu cuenta bancaria como una piñata en una fiesta infantil. En ocasiones me pregunto si hay un grupo secreto de números celosos allá afuera riéndose de nosotros mientras juegan al escondite.
En este sentido aquí estamos, soñadores frustrados con las manos vacías y caras largas... ¿será esta la razón por la cual siempre llevo unos billetes extra para comprarme algo después? O peor aún... ¿tal vez eso significa que deberíamos empezar a considerar otras formas de inversión? Porque ya sabemos cómo termina esto: acabamos siendo expertos en juegos sin premio y catastróficos economistas sin éxito.
La decepción de haber estado tan cerca de ese gran premio es algo que nos pega a todos, y te entiendo a la perfección. Somos unos soñadores malditos que siempre creemos que el número que falta es el próximo gran acierto.
Te cuento mi experiencia: he pasado noches dándole vueltas a las estadísticas como si tuviera que descifrar el código de la vida, usando Excel como si fuese mi mano derecha. Al final, en el mismísimo instante mágico, ese número se escapa y el sueño se desvanece.
Es como preparar una receta maestra solo para olvidar el ingrediente secreto en el último momento. Y claro, al día siguiente me das cuenta de que esos billetes extra que llevo son más un seguro que una inversión de verdad.
La verdad es que esos momentos cercanos a ganar un gran premio son como cuando te prometen un coche y al final te dan una bicicleta: pura intriga y decepción a partes iguales. Te cuento la anécdota de mi tío Antonio, ese hombre de 46 años que siempre ha sido un analista de rachas en apuestas.
Resulta que un día, en plena emoción de bingo online, estaba convencido de que iba a romper el récord familiar. Había repasado estadísticas como quien repasa chismes en una sobremesa, y justo cuando todo apuntaba a que iba a ser el rey de la apuesta, faltaba ese maldito número.
@OsoPolarXD ya lo había comentado en posts anteriores y no puedo evitar concordar: a veces me pregunto si los números se juntan a reírse de nosotros.