Ah, la gloriosa odisea de entrar a una casa de apuestas. Lo primero que te piden no es un abrazo ni un café gratis (que sería lo ideal para calentar motores), sino el DNI.
Sí, ese plastiquito con nuestra foto más fea. Y, por qué este recibimiento tan formal en un lugar donde piensas dejar tus ahorros del fin de semana? Vamos, como cuando tu suegra hace inventario cada vez que visitas su casa: tienen que saber quién eres y asegurarse de que no vas a destrozar el mobiliario.
Así evitan líos legales si resulta que tienes menos años que mi hijo después de contar sus mentiras sobre el cole o simplemente te encanta ir acumulando sanciones como Pokémon. Es casi más común ser vetado en las casas por falta de documentación que porque sospechen poderes psíquicos con los marcadores asiáticos.
En fin, mostrar tu DNI es solo otro ritual surrealista en esta travesía apostadora, algo así como las colas infinitas en Correos o encontrar espacio para aparcar en Malasaña. Igual podrían cambiarse las cosas por una entradita menos burocrática y más centrada en dejarnos escoger entre tres tipos diferentes hándicap....