Ese pequeño rincón gallego donde la suerte se mezcla con la brisa del Atlántico y los sueños se apuestan al ritmo de las olas. ¿Te has preguntado alguna vez si vale la pena dejarte caer por allí o es mejor seguir buscando oro en tu sofá? Pues agárrate que vienen curvas.
El ambiente es más chic que una boda real, pero sin tanta pompa ni sombreros ridículos. Eso sí, prepárate para encontrarte a gente tan seria como un gato observando un ratón.
El glamour no falta, aunque quizás te encuentres algún abuelillo apostando su pensión en el blackjack con más fe que lógica. Las mesas de juego son variadas y brillantes como los dientes de un tiburón: ruleta americana, póker Texas Hold'em... Vamos, todo lo necesario para perder la noción del tiempo y también unos cuantos billetes.
Y si lo tuyo es el keno (mi debilidad), tienen máquinas electrónicas listas para devorar tus ilusiones numéricas. ¿Y qué hay del trato al cliente? Bueno, digamos que los crupieres son más majos que unas castañuelas en feria.
No esperes encontrar grandes secretos ocultos tras cada apuesta porque aquí juegan limpio... dentro de lo posible. En resumen: La Toja tiene su encanto especial entre copas de Albariño y apuestas perdidas bajo las estrellas gallegas; solo recuerda traer suficiente dinero para volver a casa sin tener que venderle tu alma al pulpo Paul resucitado.
Al final del día te das cuenta: ganar o perder puede ser igual de emocionante... especialmente cuando pierdes.